Angels and Demons
Porque una virtud hay que cultivarla. Sea la que sea. Hay que descubrirla, mimarla, quizás concebirla hasta el punto de verla nacer, así entre los brazos, aunque duela. No se puede pasar la vida entera deseando tenerla, añorarla, y no hacer nada por buscarla y poseerla. No se puede desear la virtud ajena tampoco, ni el ingenio del vecino. Como codiciando el bien ajeno, eso que aprendimos desde pequeño es un pecado en la tabla de Moisés. No seria necesario. Hay una para que cada quien, porque todos somos iguales, aparentemente. Entonces a todos se nos da aunque permanezca oculta año tras año, en verano al igual que en invierno. Resulta a veces mas cómodo ignorar las cosas buenas por las que hay que trabajar para que así florezcan, y mas bien vivir en la mediocridad del cielo gris, de un clima templado, de una rutina cotidiana, de una vida vivida a pedacitos, a medias. Una que podría llevar cualquier nombre, o pintarse de cualquier color porque suele ser indiferente.
Las virtudes podrían llegar a ser lo mas personal que tenemos. Mas que los rasgos físicos, o el tono de voz. Mas que la estatura o la tendencia a ser gordos o flacos, altos o bajos. Cada virtud es como un sello imborrable hecho a la justa medida de quien lo lleva, de quien tiene la dicha de hacerlo suyo, de tatuarse. Presumiendo ante los demás con todo el derecho del mundo pero de manera humilde. Exprimiendo sus frutos. Usándola como herramienta para el propio bien, y primordialmente para el bien de los demás. Señores… es como un regalo de Dios, y hay que hacer de cada virtud algo real pero mágico. Así como decía Nietzsche: darle otro nombre, sacarla de la manada, apuntarla con el dedo porque es única y de nadie más. Entonces de esa virtud concebir la pasión o viceversa, como una semilla que se planta desde el origen del talento mismo y va creciendo junto con ella de manera paralela. Y va tomando fuerzas, se va desarrollando y se va fortaleciendo con el tiempo, y con la educación, pero más que todo con las experiencias de la vida, que como ya sabemos bien, son los maestros más sabios y duraderos.
Y la pasión cuando se usa bonito de la mano de una virtud, mas que un demonio se vuelve un Dios. Un creador neto que innova, que presenta alternativas, que llena huecos que habían estado vacíos por mucho tiempo. Que piensa en zapatos ajenos para luego actuar con los suyos bien amarrados, dejando huellas marcadas sobre la arena, siempre en libertad. Libre de amar, libre de pensamiento, pero por sobretodas las cosas libre de una inspiración ingenua que le permite crear cosas distintas, y a través de ellas, hacerlo diferente, sobresaliente del resto. Porque supo abrir los ojos y ver el mundo desde un foco más amplio, con todo lo bello que hay pero con sus necesidades también y sus miserias, y en medio de ese plano irónicamente casi perfecto, trabajó a través de su ingenio, de su virtud, su clarividencia ante el resto. Su propia luz.